Alberto Witvrun.-A diez días del Viernes Negro en Tlahuelilpan la actividad huachicolera no se reduce al contrario parece incrementarse al ser detectadas 18 tomas clandestinas, registrarse un enfrentamiento y nuevos homicidios relacionados, mientras las cifra de víctimas hasta el lunes alcanzaba los 115 fallecimientos y la treintena de quemados atendidos en diferentes policlínicos registran un pronóstico poco alentador.
En medio de la tragedia, queda claro que este segmento de la delincuencia organizada aceptó el reto del gobierno federal de “haber quien se cansa primero” lo que hace necesaria una nueva estrategia o por lo menos hacer ajustes a la actual para regularizar totalmente el suministro y no aceptar chantajes como el de un grupo de profesores en Michoacán que impiden el paso de carros tanque cargados con combustible.
Aquí mientras, el Viernes Negro obliga también a investigar por lo menos a tres presidentes municipales, entre ellos al petista de Tlahuelilpan y al panista de Tlaxcoapan, sobre quienes pesan sospechas de tener relaciones con el Huachicol, pero las indagatorias tienen que ser claras para que no haya chivos expiatorios y se recupere la confianza de la población al tiempo de evitar que se expanda esta ilícita actividad.
Los puntos álgidos de Hidalgo requieren una vigilancia especial y de una estrategia con la participación de los tres niveles de gobierno, por eso mientras haya dudas sobre la honestidad de la autoridad municipal no se podrá avanzar en la lucha contra el robo de hidrocarburos porque no basta con apoyos paternalistas, se requiere una política de desarrollo económico y social integral.
La tragedia de Tlahuelilpan debe aprovecharse bien en memoria de la víctimas, más allá de que cometían un ilícito y de su actuar irresponsable, porque hay estudios que indican que el robo de combustibles crece cuando la población económicamente activa tiene ingresos inferiores a los 200 pesos diarios.