Alberto Witvrun.- En la selección de candidato para la gubernatura de Hidalgo, lo menospreciaron, veían la
competencia en Francisco Xavier Berganza Escorza y Abraham Mendoza Zenteno al
primero por sus dotes camaleónicos y al segundo por la presunción de una cercanía
indisoluble con el presidente que hubo quien apostaba doble contra sencillo, pero
Cuauhtémoc Ochoa Fernández terminó la competencia en segundo lugar.
Ya en una estratégica afiliación a Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) sin
ruido con una salida tersa del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) del que por tres
décadas fue jefe político en el estado en las que fue diputado federal, ocupó dos
secretarías estatales una subsecretaría federal y su primera candidatura en segunda
fórmula a la cámara alta, aceptó la decisión y fue el primero en levantarle la mano a Julio
Menchaca Salazar.
Y mientras Berganza Escorza, saltaba otra vez hacía Movimiento Ciudadano y Mendoza
Zenteno intentaba descarrilar la candidatura con la campaña interna “Un Fundador será
Gobernador” Ochoa Fernández consolidaba sus relaciones en el centro del país desde su
curul federal y sus campañas de posicionamiento disfrazadas de defensa de las propuestas
de reformas del Ejecutivo federal.
Buscó y consiguió cercanía con Adán Augusto López Hernández y le vino como anillo al
dedo ser en la corcholatiza su coordinador territorial y que el secretario mejor
posicionado Natividad Castrejón Valdés no compitiera por una candidatura, así caminó en
medio de señalamientos de Tirios y Troyanos de no era bien visto por la jefatura política
estatal y que buscarían bajarlo de la candidatura.
No fue así, y en sus eventos proselitistas su narrativa incluyó lealtad al gobernador, cierto
que su campaña se vio individualizada, por no decir marginada de las demás, pero hábil en
el cierre de campaña de Claudia Sheinbaum, estuvo en primer plano a la izquierda de la
presidenta electa y quien insiste en ubicarlo distante del gobernador, se puede estar
equivocando.
