Alberto Witvrun.-Cuando redactes teclea líneas coherentes que puedan ser entendidas por unos y descifradas por otros, no quieras reescribir la historia, nos toca plasmar la inmediata para servir a la gente, no a una ideología o a intereses dominantes, lo que sucede continuamente con el gobierno coludido con los dueños o directivos de los periódicos los que regularmente no son periodistas, reporteros, vaya.
A solicitud de Jorge Martínez López hice un esfuerzo por recordar una de esas enriquecedoras conversaciones con Chemo, vamos con Anselmo Estrada Alburquerque a dos años de que concluyera su ciclo vital, de quien gocé sus enseñanzas y consejos al tiempo que disfruté recorridos por las cantinas de su querida Pachuca, bebiendo copas y jugando al cubilete.
No acordarse de Chemo, dirían los creyentes es una blasfemia, periodista forjado en el empirismo que se convirtió en un cuidadoso del lenguaje y la buena redacción, pero más del rigor periodístico que le gustara o no hizo escuela al contribuir a la formación de varias generaciones de reporteros que ocupan espacios en toda clase de medios de comunicación.
Viví con él un par de despidos por negarse a obedecer al poder político, uno de ellos en el diario Nuevo Día en los 80s por publicar un reportaje sobre indígenas huastecos presos injustamente y trasladados de Huejutla a Pachuca que los ubicaba como presos políticos, lo que no gustó al gobierno de Guillermo Rossell.
Lo vi emprender los proyectos El Fusil y El Zimapense; pero convivir con él un tiempo cotidianamente en la redacción, me dejó enseñanzas, aprendizaje de todos los días, lo mismo que su llamado, cerrada la edición a la voz de “Chavo, vamos por dos”, mientras se acomodaba un lápiz en la oreja y se sobaba el lóbulo de la misma.
Una de muchas veces tras caminar por La Tapatía, La Nueva Guerra, El Surtidor, Salón Pachuca, Puerto de Llanes y El Regio, en La Cumbancha al filo de las 2 de la madrugada, mientras “Cheque” Guzmán entre que cantaba y declamaba canciones, tomó un pedazo de papel estraza, con su lápiz, escribió mi orden de trabajo, ante mi reclamó volteó el cubilete, chocó su vaso con el mío y me dijo, este es el último juego, nos vemos en el periódico temprano, con tus notas. Así eran los días para Chemo, quien vivió y vive para el periodismo.