Andrés A. Solis*
A inicios de 2012, el escritor Sealtiel Alatriste tuvo que renunciar al prestigioso
premio “Xavier Villaurrutia”, luego de que públicamente fuera acusado de haber
plagiado a otro autor para escribir el Texto que sería premiado.
Curiosamente el también escritor Gabriel Zaid, principal acusador de Sealtiel, fue
evidenciado como plagiario por el periodista René Avilés Fabila.
Una anécdota que desnudó la facilidad con la que los “encumbrados” de las letras
mexicanas no tienen empacho en robarse las ideas de otras personas, como
sucede con personas que hoy ocupan un asiento en la Suprema Corte de Justicia
de la Nación o que fueron presidentes de México, como el caso de Enrique Peña
Nieto.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el verbo Plagiar
de la siguiente manera: “Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como
propias”.
Esto es bien común entre quienes se dicen especialistas en comunicación o
marketing político, donde ya todo está prácticamente dicho, pero hay quienes
quieren hacer creer a sus potenciales clientes, que traen ideas innovadoras.
De especialistas en la comunicación, se convierten en simples “coaches de
vida”.
Y esta deshonesta práctica es tristemente una pésima costumbre que diariamente
se ve en los medios de información.
Periodistas que se roban la nota de otros y otras periodistas; medios que con toda
la desvergüenza, copian y pegan textos completos que se robaron de otros sitios.
Todos los días me encuentro con alguna noticia en algún medio, que
deliberadamente se robó contenido que generó otro medio y lo hacen pasar como
propio.
Y no es sólo el dato o un párrafo, a veces la nota completa, las fotos, los audios,
los videos.
El mismo año 2012 en que Sealtiel Alatriste fue evidenciado de robarse una obra
ajena, era el año en que más me tardaba en publicar un reportaje en CNN México,
que varios medios digitales ya se lo habían robado.
Los menos cínicos ponían como crédito “Agencias”, pero hubo quienes sólo le
quitaron mi nombre para poner el suyo. Aún guardo esas impresiones de pantalla.
El tema es que robarse información o material que genera otro periodista o medio
es un acto de deshonestidad, es mentirle a la audiencia, es hacerle creer que
hacen su trabajo, cuando en realidad son lo que en el argot periodístico llamamos
“copypeistero”, ese barbarismo que nos inventamos al convertir en sustantivo los
verbos Copy (copiar) y Paste (pegar).
El plagio es abusar deliberadamente del trabajo que alguien más realizó y por el
que además, no recibe ni reconocimiento ni mucho menos el pago que deberían
recibir.
Tan fácil que es citar la fuente.
*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la “Guía de
buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”. Conduce el
programa “Periodismo Hoy” que se transmite los martes a las 13:05 hrs., por
Radio Educación.