Alberto Witvrun.-La crisis en Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) conduce a diferentes lecturas en los dos casos más mencionados en las últimas horas, en la fracción parlamentaria de la 64 Legislatura local, el rompimiento está en esa condición porque ahora no se sabe quiénes son los malos de la película, tampoco se conoce quien es villano de la serie Tres Hermanos en el Valle del Mezquital.
Víctor Guerrero Trejo, Susana Ángeles Quezada, Rosalba Calva García y Tatiana Ángeles Moreno, para unos son traidores porque los acusan de “venderse” al gobernador a través del secretario de Gobierno Simón Vargas Aguilar, que dicen les llegó al precio y como botón de muestra ponen la comida en el restaurante Cambalache de la exclusiva zona de Polanco que sostuvieron el 11 de septiembre la priista María Luisa Pérez Perusquía y el diputado por Zimapán.
Para otros, estos valientes legisladores hartos de la manipulación del grupo que obedece a los intereses del Corporativo Grupo Sosa, que no Grupo Universidad, decidieron rebelarse, porque no hay un trabajo en beneficio de la Cuarta Transformación, más bien operan de acuerdo a como se los ordena el presidente del Patronato de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), lo cierto es que la fractura, el rompimiento está dado, ahora falta definir quiénes son los malos y quiénes los buenos.
Algo similar sucede en Ixmiquilpan, donde hay quien asegura sobre todo en El Nith, que Pascual Charrez Pedraza, “vendió” a su hermano Cipriano Charrez Pedraza abriendo la carpeta de investigación por homicidio doloso en grado de tentativa para complicar la situación jurídica del desaforado legislador, a cambio de que no se cuestione ni se investiguen los malos manejos de su gobierno, que no ha sido el mejor, al contrario, sobre todo en materia de seguridad.
Vemos que en ambos casos se acusa de meter la mano al Ejecutivo estatal, pero alguien diría: pruebas, nombres, mientras estos conflictos en buena medida se debe a que Morena no se termina de construir como un partido, no tiene ni liderazgos ni dirigencia formal que le dé sentido institucional y pueda mediar y normar criterios, porque hoy cada quien trata de llevar agua a su molino.