Alberto Witvrun.- Nadie puede decirse sorprendido por los brotes de “insurrección” en las filas de
Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) porque el comportamiento de las fuerzas
políticas cuando ven afectados sus intereses no cambia por estar en un nuevo partido, el
problema de fondo es la cultura política, forjada en el que fuera hegemónico en nuestro
sistema presidencialista.
Habrá que revisar si quienes hoy se inconforman por no ser elegidos, como sucedía en el
Partido Revolucionario Institucional (PRI) lo hacen porque quieren servir o porque querían
beneficiarse y al perder esa posibilidad se lanzan contra la dirigencia estatal, pero son
cuidadosos con sus críticas a la jefatura política estatal.
No faltan desbocados cuya frustración los hace lanzar improperios y en días, hasta horas
se moderan porque no van a enfrentarse con quienes tienen la sartén por el mango,
menos con un gobernador que si bien es conciliador y dialoguista, está apenas en su
primer año y medio de gestión y mantiene buen porcentaje del bono democrático que le
dieron los 630 mil votos en 2022.
Otros crean expresiones, aderezadas por antecedentes históricos o se dicen herederos de
luchadores por un sistema democrático; de las pocas a considerar esta Izquierda
Hidalguense, pero aún es pronto para calificar; hay que esperar que camino siguen
quienes se dicen desplazados o verdaderos merecedores de una candidatura; porque las
hay nefastas.
Ahí está el Clan Sosa, con el control del Partido del Trabajo (PT) que utiliza para blindar su
fuente de poder económico y político: la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
(UAEH), ante la seria posibilidad de perderla, seguidos por trasnochados, como los Compa
Nato, los Charrez, los Mendoza, los Arozqueta lo que se interpreta como abierto reto al
gobernador.
Como sea nadie puede decirse engañado, Eso sí, el proceso interno de Morena con sus
fallas contribuye en la especulación a elevar la competencia electoral, que esperemos
pacífica y civilizada.
