Alberto Witvrun.-A diez días de las primeras torrenciales precipitaciones pluviales previstas por el Sistema Meteorológico nacional (SMN) por el encuentro del huracán Priscila y un frente húmedo,
ninguna autoridad estatal o municipal a salido a decir esta boca es mía, porque no hubo
alerta en las zonas impactadas, aunque tiempo hay para un análisis para establecer un
sistema que permita reducir los efectos de los fenómenos naturales y atender
inmediatamente los efectos.
La duda permanecerá mientras se atiende la emergencia con una docena de aeronaves
oficiales y particulares y miles de militares, marinos, servidores públicos y los pobladores
que se volcaron a apoyar a sus vecinos y a rescatar lo que pudieron; abiertas
manifestaciones de solidaridad y voluntad política para aliviar los efectos; aunque no será
fácil volver a la normalidad, sobre todo para quienes perdieron familiares y sus
patrimonios.
Esta tragedia no puede quedar sólo en la respuesta gubernamental y social, debe servir de
experiencia para crear mecanismos efectivos y deslindar responsabilidades, porque no
hay duda de que los daños pudieron ser menores, tal vez no en lo material pero sí en vidas
humanas y el gobernador debe sentar un precedente, más ahora que la sociedad está
sensible ante la tragedia.
La prioridad es avanzar en la reapertura de caminos, atención a los miles de damnificados
y la rehabilitación de la infraestructura educativa y salud; pero debe haber tiempo y
espacio para frenar la “grilla” de quienes buscan aparecer solidarios en redes para llevar
agua a su molino por unas cuantas despensas, sin ensuciarse los zapatos o para salir a
donde de no haber sucedido esto, nunca estarían.
Esperemos que internamente se haga una análisis serio y real de lo que sucedió 7, 8 y 9 de
octubre, no sólo para determinar si hubo negligencia en algunas áreas, también para
adoptar medidas para enfrentar siniestros naturales o no, porque van a seguir
sucediendo.
