Alberto Witvrun.-El 11 de octubre de 1983 alrededor de las seis de la tarde entre las calles Toribio Reyes y San Luis Potosí en el barrio de Tahuizán en Huejutla de Reyes, un hombre que vestía pantalón color vino y camisa verde disparo a mansalva dos disparos por la espalda a Benito Hernández Cruz, presidente del consejo de administración de la Unión Regional de Ejidos y Comunidades de la Huasteca (URECH), crimen que nunca fue aclarado convincentemente.
Eran tiempos aún aciagos para el norte de Hidalgo que durante los setentas se tiñó de sangre por matanzas y homicidios de dirigentes regionales auspiciados por caciques y terratenientes que se negaban a perder sus ricos ranchos ganaderos con quienes reclamaban la propiedad de la tierra por pertenecerles ancestralmente, lo que convirtió a la Huasteca en campo de cultivo para grupos clandestinos y semi clandestinos.
La URECH fue creada a finales de los 70s para contrarrestar a la Organización Independiente de Pueblos Unidos de la Huasteca (OIPUH) para captar a inconformes con la Confederación Nacional Campesina (CNC), por el guerrerense Anacleto Ramos que junto a su hermano José Isabel están consignados en la novela histórica Guerra en el Paraíso de Carlos Montemayor, como traidores del guerrillero Lucio Cabañas.
Anacleto Ramos sería asesinado tres años después; crimen que tampoco fue esclarecido y se trató de responsabilizar a la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres en venganza por la traición a Lucio Cabañas, pero el crimen de Benito Hernández, el líder de La Corrala que tensó a la Huasteca, nunca quedó aclarado; fueron señalados varios personajes acaudalados que se dijo reunieron 2.5 millones de pesos para pagar a un pistolero.
Jerónimo Hernández Santos quien se le acusó de obstrucción de la justicia y de ser quien reunió el dinero para pagar al homicida fue absuelto y José Andrés Flores o López Hernández a quien la policía judicial ubicó como el autor material, lo que no se probó plenamente curiosamente murió en un enfrentamiento con agentes policiales en Santa Clara, Estado de México cuando fue localizado trabajando en una bodega.
A 38 años de esta y otras historias de asesinatos, persecución y represión por la lucha indígena por la recuperación de tierras, la región se ha transformado, de mucho sirvieron los amortiguadores sociales, primero la distribución de tierras en los ochentas y la educación media superior y superior en los noventas; en Huejutla y otros municipios crecieron las zonas suburbanas.
Los problemas de la población son la falta de oportunidades para las generaciones que tienen bachillerato o profesional trunca o terminada, porque los gobiernos no han logrado entender que la economía de esta región debe ligarse a la del Golfo de México y que una súper carretera no termina con la pobreza aunque se ha reducido la marginación, es decir los huastecos hoy tienen más accesos a servicios, educación y salud, pero siguen padeciendo hambre y empiezan a sufrir la presencia de la delincuencia organizada.