Alberto Witvrun.- Transcurrieron 12 años de la muerte los religiosos José Barón Larios y Samuel Mora
Castillo y, trece de Pablo Hernández Clemente, que además de su tarea evangelizadora
sostuvieron una lucha social por la reivindicación de derechos de los pueblos originarios
de la franja norte de Hidalgo, Veracruz y su de San Luis Potosí, ante la histórica
explotación, marginación, pobreza y represión de terratenientes y del Estado mexicano.
Ellos dieron su propia interpretación al Concilio Vaticano II del Papa Juan 23 y pusieron en
la Huasteca a la Iglesia Católica al servicio de los pobres, dejando un legado que 50 años
después se traduce en mejores condiciones de vida para sus habitantes, lo que ya se
observa en Hidalgo, por eso aún se recuerda al Equipo Pastoral Atlapexco (EPA).
Las carencias sociales no están cubiertas, pero la terminación de la carretera Pachuca –
Huejutla y los esfuerzos que algunos personajes realizan para consolidar la integración de
la Huasteca a la economía regional del Golfo de México, que es su salida natural,
contribuirá a generar oportunidades y a ocupar a los jóvenes que egresan de educación
superior que tienen que emigrar.
Por eso se tienen que seguir recordando la lucha social de estos tres religiosos contra los
abusos del poder político y económico, porque fueron factor de cambio en la franja norte
de Hidalgo, porque muchos de sus catequistas alfabetizados por ellos se sumaron a la
recuperación histórica de la tierra que costó muchas vidas de en matanzas como la de
Huizotlaco, Chinguiñoso, Tazacuala y las de dirigentes como Pedro Beltrán, Humberta
Hernández, Benito Hernández.
Muchos, usufructuaron su lucha y hoy a 12 años de que concluyeron sus ciclos vitales, ya
no les son útiles; por ahí uno que otro instalado en la comodidad del presupuesto,
enarbola la bandera de la izquierda y como decía el padre Barón Larios, solo sus indígenas
le seguirán siendo leales, así como parte de la Iglesia a la que sirvieron. Hoy con los
avances, aún insuficiente, su lucha rinde frutos.
