Por Rogelio Hernández López
Algunas anécdotas logran confirmar los dones y fallas de personas. Tres inéditas relacionadas con Miguel Ángel Granados Chapa podrían completar su perfil que conoce la mayoría de la gente informada: también era reclutador de periodistas, investigador criminalístico y malo como político profesional. Dos de ellas se relacionan con el estado de Hidalgo y las tres con este reportero en 1982, en 1987 y en 1999, las que recuerda con cierta aflicción.
“Ven a unomásuno”
A fines de 1982 Miguel Ángel aceptó varias invitaciones de los periodistas de izquierda Jorge Meléndez Preciado y Rogelio Hernández López para conversar del futuro de la Unión de Periodistas Democráticos (UPD).
Le proponían suceder en la presidencia de la UPD al columnista Antonio Caram quien ya cumplía varios bienios en el cargo. Tuvieron varias charlas en cafeterías del sur de la capital del país, por el rumbo del Parque Hundido. Miguel Ángel Aceptó competir por la filia política de los promotores. Ya era Subdirector de unomásuno, diario innovador con posiciones de centro izquierda.
En una de esas charlas se dirigió a este reportero y comenzó a tutearlo, contra su costumbre de hablar de usted a la mayoría de la gente. Sus palabras fueron más o menos así:
— Rogelio, ven a unomásuno como reportero y cronista. Sabemos que cumples. Me mostraron tus crónicas desde el frente norte de la revolución en Nicaragua en 1979. No entiendo por qué estás en ese diario de podredumbre (Excélsior).
Rogelio en 1979 militaba en el Partido Comunista Mexicano (PCM) en la misma célula que Jorge Meléndez. Ambos eran reporteros-redactores de Oposición, el semanario partidista. En la Comisión Ejecutiva del PCM se decidió enviarlo a hacer una cobertura de guerra de Nicaragua. También consiguió acuerdos y credenciales de la agencia Prensa Latina, el semanario Interviú y del diario unomásuno. Firmaba con el seudónimo de Paulo Díaz. Estuvo allá 40 días y enviaba sus crónicas desde Honduras y Costa Rica. A su regreso el periodista Roberto Rodríguez Baños le invitó para ingresar a Excélsior, que aun recomponía a sus equipos de reporteros después de la expulsión de Scherer y su equipo. Eso lo platicó con dirigentes de su célula y entró.
— Gracias por invitarme Miguel ángel –respondió a Granados Chapa en aquel 1982—Estaría muy cómodo en unomásuno por la calidad y orientación de sus reporteros y directivos, pero nosotros creemos que hay que crear referencias y contrapesos dentro de Excélsior. Es la tribuna periodística más alta con más de cien mil suscriptores. Me quedaré allá—precisó el reportero con inflexión de tristeza. Cuando se despidieron supo que Miguel Ángel también tenía el don de atraer, elegir y reclutar para el tipo de periodismo que le interesaba. Una virtud más de las muchas que ya mostraba Granados Chapa en 1982.
Un fiscal especial para el caso Buendía-Zorrilla
Entre los meses de julio a octubre de 1987 Miguel Ángel fue factor en el proceso que detonaron periodistas para el encarcelamiento de José Antonio Zorrilla Pérez dos años más tarde. En esos meses se había conformado un grupo especial de periodistas para dar seguimiento a las investigaciones policiacas del asesinato de Manuel Buendía Tellezgirón. El pequeño núcleo lo formaban los periodistas Miguel Ángel Sánchez de Armas, Jorge Meléndez Preciado, Rogelio Hernández López y Granados Chapa quien ya había transitado como director del Semanario Punto a subdirector de La Jornada. En el grupo especial se había incorporado al hermano del periodista ultimado, Ángel Buendía.
Eran tiempos de disimulos en el aparato de justicia por el caso Buendía, tanto a nivel federal como en el Distrito Federal. Las discusiones en el grupo de periodistas se hacían más sólidas con las aportaciones de Granados Chapa por su formación de jurista, comunicólogo y buenas relaciones de periodista con políticos de alto nivel. Allí urdieron la figura de lo que sería el primer fiscal especial al estilo del que se creo para el Caso Olof Palme; por las consideraciones criminalísticas y gestiones de Miguel Ángel también se logró el nombramiento de Miguel Ángel García Domínguez y que, también por primera vez en un caso como ése, se aceptara que junto al fiscal especial actuara ese grupo de periodistas como coadyuvantes de la investigación. Así, la mayoría de los indicios de varios delitos condujeron al ex director de la Federal de Seguridad.
Ese caso se cerró judicialmente con la detención y condena, también por primera vez en décadas, de uno de los más altos funcionarios de un gobierno federal. Miguel Ángel estuvo en eso, escribió regular y puntillosamente de ese y otros temas de justicia con las habilidades probadas de un investigador criminalístico, y todo eso lo supo y lo sabe Zorrilla y también lo confirmamos varios periodistas.
Candidato para Hidalgo: “fatalismo poético”.
Por septiembre de 1998 el reportero se topó con Miguel Ángel y se acercó a la mesa que compartía en una cafetería de la colonia del Valle, cerca de Radio UNAM, donde el ya ocupaba las primeras horas con su programa de noticias y comentarios al estilo de Granados Chapa. El encuentro fue cordial, no obstante que se había interrumpido la cercanía amistosa lograda en unos meses de diez años atrás. El intercambio fue más o menos así:
— Quiubo Rogelio.
— Hola, Miguel Ángel. ¿Qué el PAN de Hidalgo no quiso entrar a la coalición para proponerte como candidato a gobernador?
— Parece que la coalición sólo será entre el PRD y el PT
— Mejor retírate, Miguel Ángel. Entre colegas hemos coincidido en que los periodistas no deben aspirar a cargos de ese tipo en la política.
Granados Chapa, cambió de tema elegantemente. No alcanzó a ver la expresión acongojada del reportero. A fines de octubre rindió protesta como candidato. En febrero de 1999 los resultados de las elecciones lo colocaron en el tercer sitio con 13.82 de los votos.
Y no era la primera vez que perdía en competencias para cargos públicos. José Reveles, el reportero y amigo, él sí cercano de Miguel Ángel, interpretó que era para bien del periodismo, esta recurrencia de fallas en Granados Chapa:
“Licenciado en Derecho, pero también graduado en Ciencias Políticas y Sociales está condenado a seguir ejerciendo su vocación dominante, el periodismo. Es verdad que, en su agradecible vena académica, con la cual ha beneficiado a muchas generaciones de universitarios, Granados intentó dirigir la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM y la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) de Acatlán, la Universidad Pedagógica… Y en legitima aspiración quiso sin éxito ser gobernador de su estado natal.
“Hay en la negación–sigue el texto de Reveles– que la realidad propino a sus deseos extra periodísticos un cierto fatalismo, casi poético, que obliga a Granados a entregarnos todos los días reflexiones, análisis y –en particular—lo que más me convence una ordenada artillería de datos duros, irrefutables, producto de su proverbial memoria y de un concienzudo, puntilloso y puntual documental.”
La última ocasión en que este reportero coincidió con Miguel Ángel cuando ya se sabía que un cáncer comenzaba a flagelar su cuerpo. Fue el 30 de mayo de 2009 en la Plaza Francisco Zarco de la Ciudad de México para exigir justicia por el crimen de Manuel Buendía 35 años antes, develar una placa con su nombre y también para protestar por la impunidad en las agresiones y homicidios de otros periodistas.
Hay una fotografía de esa acción, la única que el reportero y el columnista aparecen juntos. En ella hay tres periodistas bien canosos y muy influyentes en esos días: Javier Solorzano, Virgilio Caballero y Miguel Ángel Granados Chapa. Atrás de él, un cuarto de pelo negro que, sin disimular mira con admiración al autor de la columna Plaza Pública porque ya se había convertido en el columnista más leído y creíble desde el asesinato de Manuel Buendía 25 años antes.
Ahora, cuando se acerca el noveno aniversario del fallecimiento de Miguel Ángel, pocas personas podrán negar que ningún otro columnista ha podido desarrollar y mantener un ejercicio periodístico tantos años y una columna con la calidad de Plaza Pública con muy alta confianza y reconocimiento de sus lectores. Miguel Ángel, así te recuerda este reportero.