Por Rogelio Hernández López
¿Cuáles son las perspectivas de las mesas de diálogo convocadas por la Secretaría de Gobernación
en torno a la protección de periodistas en el país? preguntó atinadamente el joven reportero
mexicano Samuel Cortés Hamdam del equipo de profesionales de Sputnik, la agencia rusa de
alcance internacional.
Esa primera pregunta del reportero contenía la intención de no reiterar quejas muy sabidas sino, más
bien, encontrar soluciones a la inseguridad crónica y otros males que afectan a las y los periodistas.
En ese sentido él identificó muy bien que esos diálogos adquieren importancia trascendental.
La conversación con Samuel Cortés Hamdam duró casi una hora. Pero su texto publicado el 3 de
febrero, mostró alejamiento de aquella intención inicial. Esto porque él respetó la mayor parte de
mis opiniones y yo lo sobre informé con demasiados subtemas. Le ofrezco disculpas.
Retomo aquí la intención inicial del joven reportero que probablemente reflejé lo que piensan
colegas en todo el país. Estos razonamientos podrían estimular a que decidan participar en los seis
foros regionales pendientes y hagan sentir las muchas preocupaciones que tiene las y los periodistas
y las soluciones con esta otra visión.
¿Por qué los diálogos?
Alejandro Encinas Rodríguez, veterano político de la izquierda comunista, en su función de
Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación
convocó a siete diálogos regionales en torno a una nueva ley de protección para personas defensoras
de los derechos humanos y periodistas. El primero de estos foros ocurrió en la Ciudad de México.
La realización de esos foros, a mi juicio, tienen dos razones de la mayor importancia.
Primero el reconocimiento y aceptación de que el mecanismo federal de protección está muy
rebasado, entre otras cosas por el caudal de amenazas, agresiones y asesinatos contra estas dos
actividades; porque los gobiernos estatales y municipales se han mostrado más que insuficientes,
omisos y algunos irresponsables para cumplir con su obligación de proteger y también porque los
delitos no son investigados e impera la alta impunidad.
Estos son motivos suficientes para pensar en otro andamiaje legal que posibilite un golpe de timón
desde el sector central del gobierno de la federación.
La otra razón es esencialmente política. Convocar a estos diálogos es para propiciar más
participación de las personas defensoras y los periodistas y otros sectores de población y conseguir
un consenso social más amplio, más respaldo de la sociedad para una nueva ley más legitimada que,
según afirmaron desde la convocatoria, debe ser de alcance general y obligatoria para los tres
niveles de gobierno.
Un sistema realmente preventivo
Otro de los propósitos externados al convocar a esos diálogos es crear un sistema nacional de
protección, con un acentuado carácter preventivo.
En estos temas las y los colegas podemos aportar mucho con nuestros diagnósticos (tanto
municipales, regionales y por estado) y para aterrizar que ese sistema nacional de protección debe
incorporar como coadyuvantes, para las alertas tempranas, a las decenas de redes locales de
periodistas que ya existen y que se multiplican paulatinamente. Redes que demuestran prontitud y
efectividad para las denuncias y las primeras medidas protectoras, como lo mostraron el 25 de enero
en la gran movilización de periodistas en 62 ciudades.
Para que un eventual sistema nacional de protección sea verdaderamente preventivo, también
debiéramos proponer que la nueva ley general específique la aplicación de uno o varios programas
que reduzcan las vulnerabilidades sociales y profesionales de estas dos poblaciones, debilidades que
facilitan los agravios en su contra. Esto significa facilitarles la adquisición de fortalezas para que se
conviertan en sujetos activos para su autoprotección y no solo en objetos de protección cautelar de
tipo policiaco. Esto sería lo verdaderamente preventivo.
Estos programas de Estado para reducción de vulnerabilidades implicarían, muy posiblemente, la
promoción de reformas a otras leyes, como las de Atención a Víctimas, del Seguro Social, la
Federal del Trabajo, de Educación para capacitación continua como un derecho y hasta los códigos
penales y civiles, con sus consecuentes planes y programas de políticas públicas y formas de
evaluar su cumplimiento.
Qué visión, de qué periodistas
El reportero Samuel Cortés Hamdam me inquirió durante la conversación como se expresa la
pluralidad del periodismo mexicano y si esta ayudaría a mejorar el medio ambiente negativo,
incluidas las empresas.
Por lo que conozco en 45 años de experiencia en el periodismo político y en la observación de
nuestro entorno profesional, calculé que no se interesarían en participar en esos diálogos la mayoría
de las personas que se dicen periodistas o que se reconocen así por la ley actual de protección.
La pluralidad existente entre periodistas se identifica bien en los extremos. Al igual que en la
población mexicana existe una pirámide y en los niveles de arriba están los directivos y periodistas
consolidados de los corporativos y medios industrializados de prensa que normalmente son mejor
pagados y que (con algunas pocas excepciones) no expresan interés por realizar actividades que
protejan a sus colegas, a menos que agredan a alguien de empresas de este tipo, que por cierto han
sido muy pocos desde 1984.
Cuando se realicen bien las tipologías de agredidos y asesinados comprobaremos que la mayoría no
trabajaba en los grandes medios. La base de la pirámide socio-profesional del periodismo ha ido
agrandándose gracias las crisis recurrentes de la prensa mercantil, a las oleadas de despidos, a la
creciente pauperización de reporteros y editores empleados. En consecuencia, los de abajo,
especialmente fuera de las grandes ciudades, son esa mayoría que padece al menos 10 grandes
vulnerabilidades que facilitan los agravios y los asesinatos.
Los primeros que debieran asistir a esos foros son los que en el trabajo cotidiano para reportear o
generar información noticiosa han sido afectados con amenazas, con agravios, con presiones
diversas, con despidos, con malos tratos en sus empleos. Pero también los que comprenden mejor
los avatares negativos de la actividad cotidiana de ser periodista.
Estas experiencias y visiones podrían ayudar mucho para ayudar a conformar otra etapa y mejor de
un Estado que ha sido rebasado por la violencia general y los crímenes contra dos actividades
indispensables para la paz y la democracia.