Por Andrés A. Solis*
Un día como hoy, 28 de diciembre, publiqué un reportaje en Grupo
Capitalmedia un reportaje sobre lo que fue hasta ese entonces el peor año
para el periodismo mexicano, con el asesinato de 12 colegas. Ese año, en
mayo, el entonces presidente Enrique Peña Nieto se comprometió a poner
fin a la violencia y a la impunidad en los crímenes cometidos. Claro que no
cumplió.
Peña Nieto no cumplió como no lo hicieron 32 gobernantes locales que
aquel 17 de mayo se reunieron en la ex residencia oficial de Los Pinos
para pactar acciones de protección.
Desde entonces se han aprobado nuevas leyes de protección en algunas
entidades y se han creado algunos mecanismos de protección que no dan
resultados porque son una pésima copia del inoperante mecanismo
federal.
Termina 2022 y es ahora el año que superó un lamentable récord. Suman
14 asesinatos de periodistas, de acuerdo con la organización francesa
Reporteros Sin Fronteras, que agrega además que en al menos diez
casos, el crimen está relacionado con la actividad profesional de la víctima.
Suman 14 nuevos asesinatos sin resolver que se sumaron a 33 asesinatos
tan sólo entre 2018 y 2021 y alguien desde la tribuna más mediática afirmó
este lunes 26 de diciembre que “los periodistas no tienen calidad moral
para exigir un alto a la violencia en su contra”.
¿Y qué autoridad tendría la calidad moral para afirmar que no hay violencia
contra periodistas y que ya no hay impunidad?
¿Y qué han hecho los empresarios de medios para cambiar las
condiciones laborales de quienes nos dedicamos a informar a la sociedad?
¿Y qué hacen las y los propios periodistas por hacer un mejor periodismo,
con fuertes estándares profesionales y éticos para reducir el riesgo que
enfrentan?
Llevamos más de dos décadas con esta escalada de violencia que no
tiene fin y que se justifica e ignora desde las altas esferas del poder. Una
escalada de agresiones a veces promovida por quienes deberían evitarla.
Llevamos todo lo que va de este siglo con grupos políticos, poderes
públicos, económicos, sociales y fácticos matando, secuestrando,
agrediendo a periodistas y de paso atacando el derecho que tiene la
sociedad a ser informada con claridad y oportunidad.
Cada periodista que es víctima de asesinato, significa también convertir en
víctimas a sus familias, que no reciben apoyo de las autoridades ni de las
empresas de medios.
Cada periodista que pierde la vida, significa cerrar un espacio de
información que debe beneficiar a la sociedad.
*Periodista, autor del “Manual de Autoprotección para Periodistas” y de la
“Guía de buenas prácticas para la cobertura informativa sobre violencia”.
Conduce el programa “Periodismo Hoy” que se transmite los martes a las
13:00 hrs., por Radio Educación.