El abuso del Grupo Pachuca de vender entre el 60 y 80 por ciento del aforo de 30 mil personas que tiene el estadio Miguel Hidalgo y Costilla para el partido semifinal del fútbol profesional mexicano Pachuca contra Cruz Azul, no puede atribuirse a un error o a un descuido, fue con todas las agravantes: premeditación, alevosía y ventaja, por eso la “mano suave” de la Secretaría de Salud de apercibirlos y una multa económica del ayuntamiento no basta.
Era la oportunidad para mostrar que se terminaron los privilegios y la impunidad, porque no se debe hacer negocio con la salud de la población, al poner a cientos de los asistentes al riesgo de un contagio de Covid-19 cuando el gobernador advierte que las escuelas seguirán cerradas hasta entonces no se garantice la integridad de profesores y alumnos, mientras meten a alrededor de 22 mil personas sin sana distancia y relajando medidas sanitarias a un estadio de fútbol.
En estos temas no debe haber concesiones para nadie, porque está en juego la vida de las personas y es latente la posibilidad de una tercera ola de la pandemia que nadie quiere, el mejor ejemplo es lo que sucede en India y en lo local es un buen momento para demostrar que el piso es parejo, sobre todo en el sector servicios donde principalmente los restauranteros han sufrido las consecuencias de la emergencia sanitaria.
Suficiente fue que gobiernos anteriores les hayan dado al Grupo Pachuca la franquicia del club, en comodato el estadio y el poli fórum y “donado” 12 hectáreas para su Universidad del Fútbol, más cinco hectáreas para el centro de convenciones Tuzoforum y el hotel Camino Real, además del inmueble proyectado para el Museo de Arte Contemporáneo, hoy Mundo Fútbol, como parque ahora le perdonen una sanción ejemplar.
Grupo Pachuca, así logró construir el Imperio Tuzo que se extendió a León, Guanajuato y a Córdova en Argentina, evitado pago de impuestos al municipio y de agua, con el argumento de que generan cientos de empleos, si con una impresionante visión empresarial, pero las autoridades no le pueden permitir que ponga en riesgo la vida de los aficionados, porque se convertirían en cómplices.
Por Alberto Witvrun