Por Rogelio Hernández López
Difícilmente se verá de nuevo un fenómeno así. La fotografía del momento en que un sicario amaga con una pistola a varias personas en la plaza de Cuernavaca se subió a las primeras planas de doce de los dieciséis diarios de información general capitalinos y seguramente a la mayoría de impresos del país del 9 de mayo, además marcó todos los sitios web de noticias de México. Esa y otras imágenes las tomó Margarito Pérez Retana, corresponsal de Cuartoscuro en Morelos, un reportero gráfico, no un aficionado.
Luego tendremos que preguntar a Pedro Valtierra, fundador y director de la mayor agencia mexicana de fotografías de prensa ¿cuánto dinero ganó la agencia? ¿En qué mejorará su reportero por ese trabajo excepcional? Esas placas con calidad visual e intencionalidad, tomadas en el momento y sitio justos del hecho ¿reivindicarán a esta especialidad del periodismo en extinción?
Se pueden augurar las respuestas: la placa principal obtendrá uno o varios premios por la fotografía de noticias más oportuna (algunos reconocimientos de esos son acompañados con dinero); el fotógrafo de prensa –ya sin el miedo y la tensión del momento—recordará mucho tiempo y gratamente esa épica y le servirá mucho a su currículo, empero, salvo un pago adicional, probablemente no mejorará su nivel de vida porque si es profesional continuará con las angustias cotidianas del resto de los fotorreporteros de México.
Especialidad avasallada
Sobran los diagnósticos que documentan seriamente que las y los reporteros mexicanos son la parte más vulnerable del periodismo, incluso en la parte más baja de las categorías del periodismo. Lo común es el maltrato laboral, carencia de prestaciones sociales, injusticias jurídicas, despidos masivos, riesgos, amenazas, agravios cotidianos y asesinatos. Y, a quienes todo esto se les multiplica es a los que tienen que andar siempre en la calle en busca del momento justo, o sea las y los fotógrafos y camarógrafos. Es doloroso pero están en el inframundo profesional.
Hace unos pocos meses, dos directivos editoriales de una empresa corporativa presionaron para que se contratara más reporteros gráficos para sus doce diarios impresos, dos canales de televisión y 20 plataformas digitales; machacaron para que les subieran el salario a los diez que ya estaban y de ellos los que no obtenían ni el mínimo profesional (es de 7 mil 442.70 pesos mensuales para 2019), para que los inscribieran en el seguro social por los riesgos cotidianos a su salud y eventuales accidentes, también para que les dieran cámaras porque usan las de su propiedad y cuando se averían no les pagan las composturas. Resultado: la empresa decidió quedarse sin fotógrafos y contratar como free lance y tipo outsourcing a dos camarógrafos. En las crisis se castiga primero a los de más abajo.
Castigada
Poca gente sabe que las y los reporteros gráficos de la ciudad de México tienen 3 o más asignaciones al día, que deben llegar a las 8 de la mañana a la primera y en el sur extremo, una hora después correr al centro por una entrevista que se prolongará, para otras tienen que hacer acuerdos de apoyo con sus colegas porque se les empalman dos o tres actividades asignadas. No les queda tiempo para investigar asuntos o hacer reportajes visuales, entre otras cosas porque las nuevas tecnologías presionan para que hagan llegar sus imágenes casi en tiempo real. Sus ingresos son siempre por debajo de sus colegas reporteros redactores, algunos logran que sus productos les compre una segunda empresa. En los estados, es casi lo mismo pero peor. Y encima de todo, en las estadísticas de agresiones verbales o físicas ellas y ellos acapararían la mayor parte porque siempre llegan a donde están los hechos y los guardaespaldas y quienes no entienden su labor. Pero cuando generalmente no lo denuncian. Una joven fotorreportera me confío que le asombra el día que no sufre un empujón, una mentada de madre o una riña altisonante y pocos se enteran.
Y rebasada
Desde hace cinco años varios reporteros gráficos compartieron un diagnóstico de cómo su especialidad tendía a desaparecer por varios motivos: el maltrato laboral, el menosprecio editorial, la ignorancia y poca defensa de sus derechos como autores (morales, de explotación, de reproducción, de distribución, de publicidad, y de transformación), Y lo peor fue la irrupción de las nuevas tecnologías que hacen suponer a todo propietario de un Smartphone que son fotógrafos, igual que todo comentarista alharaquiento en la web se siente periodista.
La Revista Zócalo publicó un ensayo del fotorreportero Ulises Castellanos donde perfila sus avatares,
“Decidí ser fotoperiodista cuando nos amanecimos con el terremoto de la ciudad de México en 1985… era un mundo sin internet, sin celulares con camarita a la mano, la fotografía era un trabajo químico y visual que nos convertía a los fotógrafos en una especie de “chamanes” entre la realidad, los hechos y la sociedad. … Éramos especiales pues.
“Antes del 2000 irrumpió la cámara digital… Un nuevo mundo tecnológico se hacía presente, la fotografía digital en su cenit y el fin del negativo. Para 2007, Steve Jobs nos presenta el iPhone y ya nada sería igual.
“Hoy ser fotoperiodista es casi irrelevante, ya no somos únicos, ni tenemos el monopolio de la imagen, y mucho menos de la distribución, hoy en definitiva “cualquiera hace foto”, “cualquiera la distribuye” (…) Los medios invierten más en fotógrafos de sociales y deportes, que en fotógrafos para cubrir el narco. Ahí mejor se esperan a las agencias, y las agencias se esperan a que un freelance local les mande.
“En los medios nacionales, se libra otra “guerra”, la de los diseñadores que se creen editores visuales y que frente a la ignorancia visual de muchos directivos, abusan de su ingenuidad. Por lo que son ellos quienes determinan cual foto y a qué tamaño se irá en las páginas de su diario o revista. No hay editores de foto con poder “real” en los medios impresos. Es más, en algunos casos, ya ni la figura existe.
“¿Cuánta fotografía basura circula diariamente en internet? Cálculos conservadores refieren que diariamente se suben más de 300 millones foto en las redes. Unas buenas sin duda, pero la gran mayoría “basura visual” o simples mentiras (…).
“Hoy los fotógrafos que trabajan en medios se componen de algunos apasionados por la imagen, es decir, verdaderos profesionales y talentosos colegas, y otros obsesionados con hacer valer su militancia para la denuncia política de las atrocidades que vive nuestro país; pero la gran mayoría, lo hace solo para sobrevivir y eso se refleja en las primeras planas de todos los diarios. Mediocridad pura.
“El fotoperiodismo en México atraviesa hoy la peor de sus crisis mediáticas derivado de tanto manoseo. Apenas hace unos meses golpearon casi hasta la muerte a un colega por retratar una marcha “ciudadana”, ¿quién lo golpeó? ¿los Granaderos? ¿Judiciales? ¿Policía Federal? No. Los ¡¡¡ Manifestantes ¡¡¡ Así como lo lee. Los llamados anarquistas casi matan a Marco Ugarte, fotógrafo de la AP, ¿Por qué? Por hacer su chamba, hacer fotos. Así nada más. ¿y qué pasó? Nada. Nadie. No derivó en nada.
Lo que produce la gente en redes es gratis, entonces ¿para qué pagarle a un profesional, si el taxista lo va a mandar? Los salarios en los diarios que aún conservan staff de fotógrafos están arrancando contrataciones de a 5 mil pesos por mes…”
Por todo eso y más, algunos periodistas también fuimos sacudidos por las imágenes muy periodísticas que logró el 8 de mayo el reportero gráfico de Cuartooscuro y de la revista Proceso en Morelos, Margarito Pérez Retana. La reivindicación del reporterismo es una necesidad social, como dicen los teóricos, porque conlleva recuperar también la credibilidad del periodismo y la salud de la democracia. Para esta recuperación son indispensables los otros reporteros, mujeres y hombres que hacen esfuerzos por rescatar la especialidad del periodismo gráfico. Es deseable que haya decenas de Margaritos. ([email protected]).