Alberto Witvrun.-Resulta inverosímil que quien tuvo una trayectoria política en la oposición, reconocida por su congruencia y reflexión; como funcionario público federal acuse una actitud equivocada reflejada en la mala operación de la delegación de la Secretaría del Bienestar y sintiéndose perseguido, espiado en suma es víctima de un cada vez más evidente delirio de persecución.
Abraham Mendoza Zenteno, en su militancia en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de más de dos décadas enfrentó y soportó tempestades, ahora mal aconsejado se ahoga en un vaso de agua, al decidir abandonar el edificio que ocupa la delegación con el “argumento” de que tal vez son espiados desde el edificio de enfrente.
Así que mejor regresó a la vieja sede de la calle de Iglesias, argumentando austeridad republicana, aunque con ello entorpece la aplicación de programas a su cargo, además de que la coordinación con las ex delegaciones es inexistente, de lo cual hay quejas en cascada, porque no recibe a los responsables, por los filtros que impuso, sin importar la investidura de quien le solicita audiencia.
Así construye como Nemrod su Torre de Babel, tan alta que alcance los cielos, pero cuando se actúa así corre el riesgo de no agradar a su superior como en la leyenda bíblica, y al final consiga que no se entiendan unos con los otros, es más ni sus correligionarios y la delegación se convierta en una pequeña Babilonia, cuya traducción literal es confusión, que solo afecte a los beneficiaros de los programas.
La comunicación se ha quebrado incluso con sus compañeros de lucha en la oposición, quienes acusan que influye en él, Gerardo Sosa Castelán, para quien en su etapa perredista se le escucharon duras críticas, contrario a lo que ahora sucede porque le entregó, posiciones estratégicas y mientras se muda le reprueban no acudir a los funerales del policía asesinado en Zempoala y decir que ante la violencia en Ixmiquilpan es mejor no intervenir para no favorecer a alguno de los grupos.