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    Octavio, el agente de la DFS que ayudó a periodistas para encarcelar a Zorrilla

    27 julio, 2023 Miradas de Reportero
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    Por Rogelio Hernández López
    Muy pocos periodistas sabemos que Ángel Octavio González Sainos, un agente de inteligencia arriesgó su
    vida y a su familia para ayudarnos a investigar, desde 1986 hasta 1989, a quien fuera su jefe: José Antonio
    Zorrilla Pérez.
    Y muchos menos conocen que las pesquisas y contactos de Octavio fueron esenciales para condenar por
    35 años de prisión, a quien fuera uno de los más poderosos directores de la Federal de Seguridad por
    varios delitos, entre otros por ser autor intelectual del asesinato del columnista Manuel Buendía
    Tellezgirón.
    Lo que pocos conocen
    Buena parte de los aportes del investigador Octavio fueron difundidos en el libro Zorrilla, el imperio del
    crimen (Edit. Planeta 1989), como la responsabilidad de éste en el asesinato del comandante de la
    Dirección de Investigaciones Políticas de la Segob, José Luis Esqueda; del cómo Zorrilla fomentó la
    conversión de muchos comandantes de la DFS a líderes del narcotráfico; como el enterar a un grupo de
    periodistas de la investigación que el coronel Fulvio Jiménez hacía paralelamente sobre el caso Buendía
    para el presidente Miguel de la Madrid; como ser el mediador entre periodistas con agentes de la DEA y
    conocer su expediente “hechizo” que quería infiltrar sobre caso Buendía con datos inventados para influir
    en las elecciones del año 2000 y otros muchos datos.
    Muchas menos personas y periodistas saben que el investigador de inteligencia Octavio González Sainos y
    este reportero de izquierda se hicieron amigos con la amplitud del concepto, o que juntos sufrieron al
    menos dos atentados por “andar hurgando al Jefe Zorrilla”.
    Y son contadas las personas que pueden describir lo extraordinario del perfil y de la personalidad de
    Octavio.
    Todo lo anterior lo recordó este reportero al buscar en sus archivos, para publicar, las historias que no supo
    contar en su momento (esto es algo que le sucede a la mayoría de periodistas que reportean porque les
    impone el apuro por lo inmediato). Así fue que encontró una descripción que hizo en enero de 2001 de
    este muy singular mexicano y que la comparte aquí:
    El Octavio de la Condesa
    Ese miércoles, al terminar otra llamada telefónica, Octavio estaba al borde del encabronamiento. Seguro
    que después aventó el aparato inalámbrico. Su cara redonda, en forma de artesanía mexicana del sol,
    debió palidecer. Siempre que le domina la ira agarra tono amarillo pastel burócrata. Esa tarde apenas

    iba a comer y sin duda digirió mal. Cada día se pone más neuras, aunque a decir verdad esta vez tuvo
    razón, porque uno de sus amigos periodistas no le entregó a tiempo el artículo prometido para el
    periódico de la colonia; lo menos que farfulló entre dientes fue: –¡¡Pinche Rogelio…!!–
    Del otro lado de la línea quedó el reportero, también con mal sabor de boca. Sentía vergüenza por el
    incumplimiento. Su problema es que no había encontrado un tema atractivo para los vecinos de La
    Condesa porque cada que escribe se obsesiona para conseguir, no siempre con éxito, que lo lean con
    interés. Igual estaba un poco encorajinado y con ganas de mandar a Octavio a la fregada. Pero con él ya
    no podía hacerlo por motivos que muchos de sus vecinos ignoran y que sería bueno que conocieran para
    que lo aprovechen mejor como su representante vecinal.
    Seguramente muchas personas saben que Octavio González Sainos nació en 1956, que es vecino de La
    Condesa desde púber, que dice haber estudiado la vocacional en el IPN, que se licenció en psicología
    educativa, que ha sido profesor en secundaria y en centros tecnológicos, que fue comunicador en Canal
    11, asesor empresarial, cofundador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y que,
    entre otras cosas, es actualmente jefe de la oficina de divulgación de Medicina Preventiva del Transporte
    en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y presidente electo de los vecinos de su colonia.
    Quizá también se sepa que la madre de Octavio es Aurea, que su esposa es Silvia, que tiene dos guapas
    hijas en Paty y Betty y un despiertísimo Tavín, casi bebé. Acaso algunos más conocen que tiene un
    changarrito de ediciones y que es promotor de cursos de protección civil. ¡Ah, y qué es muy regalón y
    buen bebedor de cerveza… ¿O no?
    Pero hay otras muchas cosas que no se saben de Octavio porque no las platica ni es fácil percibirlas:
    Desde hace 15 años le conocí su principal característica: es investigador de inteligencia y de los buenos.
    Siempre anda cazando lo más nuevo o lo que le interesa y, lo consigue.
    Comenzó desde la escuela vocacional del Poli en asuntos de seguridad nacional, con el tiempos se hizo
    experto en seguridad de empresas, en seguridad pública y sobre la marcha se especializó en protección
    civil, más singularmente en el área preventiva de inteligencia. Entre sus amigos periodistas le conocemos
    como uno de los mejores detectives de México. Si alguno de nosotros tiene problemas para confirmar
    algún dato (sin importar el asunto que sea) nos aconsejamos: –Háblale a Octavio— y no nos falla.
    Si alguna persona quisiera corroborar su carácter detectivesco debe bastarle con observar su mirada fija
    a los ojos que siempre es escrutadora. Pero, en contraste este reportero nunca le ha visto ostentar un
    arma, o abusar de las personas o de sus cargos; siempre parece muy tranquilo voluntariamente, incluso
    hasta en situaciones de alto riesgo.
    Mas, la apacibilidad no es lo mejor de su faceta de investigador. Lo más raro de él es su visión en
    prospectiva hacia lo que debe ser democrático de lo político y la acompaña con acciones: algunos lo
    jodemos con la broma de que es el único policía de investigación decente e izquierdoso de todo México,
    porque sin ser miembro de partido político alguno ha visualizado correctamente necesidades nacionales y
    ha trabajado por los cambios democráticos, dice que por la libertad política, por el ejercicio del derecho
    para todos, para que los ciudadanos manden a los funcionarios y no al revés, para que se acabe la
    corrupción y la impunidad…. ¡Pruebas, pruebas¡ exigirán varias personas. El reportero sabe de muchas
    pero expone cuatro:

    1. Por ejemplo, en 1988 Octavio previó que podría ganar la Presidencia de la República Cuauhtémoc
      Cárdenas y lo apoyó con hechos a pesar de que todavía estaba ligado al sistema de seguridad nacional y
      también contra el escepticismo que le mostramos los periodistas “expertos en política”. Después de la
      elección quedó la percepción popular de que Carlos Salinas y Manuel Bartlett Díaz le escamotearon el
      triunfo al candidato del Frente Democrático Nacional. Octavio y muchos expertos electorales aseguraban
      que Cárdenas ganó.
    2. En 1997 Octavio volvió a creer que Cárdenas ganaría la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y le
      apoyó con acciones. Esta vez, ambos ganaron ostentosamente y doblaron a los dudosos, como este
      reportero quien aseguraba que también le arrebatarían la elección.
    3. En el año 2000 el panorama político era aún más complejo, pero Octavio igual visualizó que ganarían
      Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia y en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad
      de México aunque fuesen de proyectos ideológicos y políticos muy distintos. Esta vez Octavio apostó a
      que, ganara quien ganara, su comité vecinal tenía que aprovechar para mejorar su entorno. Y de los
      resultados, son los vecinos de La Condesa quienes pueden hablar.
    4. Por sus convicciones y acciones para que las cosas mejoren y se reduzca la impunidad de los
      servidores públicos, desde 1986 Octavio decidió ayudar a los periodistas que queríamos encontrar a los
      asesinos del columnista Manuel Buendía. Él, sin pedir nada a cambio, investigó en los lares más difíciles
      durante tres años; arriesgó su vida varias veces. También con su ayuda los periodistas conseguimos que
      en 1989 fuera encarcelado el más poderoso jefe policiaco: José Antonio Zorrilla Pérez.
      Octavio si temía a este que fuera su jefe en la Dirección Federal de Seguridad y, aun así, lo enfrentó
      colaborando con los periodistas. (Para saber más de esta historia se puede leer el libro Zorrilla, el
      imperio del crimen de editorial Planeta).
      Se debe precisar que aunque muchos de los aspectos de Octavio aquí referidos parezcan extraordinarios
      no lo hacen superhombre, pero sí, singular.
      En realidad su primer nombre es Ángel, mas su forma de ser es ajena a ese ícono celestial de los
      cristianos. Octavio es muy terrenal. Parece tan normal como cualquier otra persona: se emborracha,
      duerme mal, le gusta la buena comida, sabe cocinar, tiene muchísimos conocidos y poco dinero (siempre
      anda sufriendo para completar los gastos) pero goza dando regalitos a quienes tiene cerca.
      Probablemente lo que también ayuda a que sea singular son sus ganas permanentes de hacer cosas, lo
      que junto a su honradez esencial son parte de una poderosa ética social, que el reportero ignora dónde la
      abrevó.
      Claro que Octavio el de La Condesa tiene defectos. Él dice que somos amigos desde 1986. El reportero
      tardó en aceptarlo como tal porque no cualquiera puede definirlo fácil y rápidamente pero además los
      periodista somos desconfiados por lógica profesional. Desde que se conocen al reportero siempre le
      quedan dos sensaciones encontradas:
      Por un lado permanece un sentimiento de admiración por todo lo descrito, pero además se le reconoce
      que casi todo lo que se le ocurre hacer lo hace o, por lo menos, lo intenta. Pero por otro lado también
      deja sensaciones de suspicacia, porque ninguno de sus cercanos hemos podido saber cuántas más cosas
      hace, aparte de su empleo fijo y en cuántas nos hace parte de sus planes sin que nos enteremos
      oportunamente. Posiblemente todos los buenos amigos del mundo conviven entre la empatía, la
      admiración y el apoyo mutuo con vientos recurrentes de desconfianza.

    Con todo Octavio y este reportero nos decimos compadres aunque no lo seamos formalmente. Él es un
    personaje de nuestro México al que se antoja novelar, pero me niego a aceptar que su cuerpo esté
    traicionando esa enorme capacidad de Octavio para soñar con los ojos abiertos.
    Octavio falleció de Septicemia al poco tiempo. Para contrastar: Zorrilla Pérez fue condenado a 35 años de
    prisión por varios delitos en 1989 pero el 10 de septiembre del 2013 consiguió prisión domiciliaria en su
    rancho de Atotonilco El Grande de Hidalgo; actualmente reside en Santa Fe, de la Ciudad de México,
    aunque le falta un año para cumplir su condena. Mirada de reportero.

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