Alfredo Rivera Flores
Tenía cinco años y una insaciable avidez de practicar la recién adquirida maravilla de la
lectura. En mi camino hacia la Hacienda de Loreto para traer el garrafón de agua para la
comida, un día, las paredes aparecieron tapizadas de carteles. Todos los leí, poco le
entendí. Por la explicación de mi padre supe que pronto los mineros, sus compañeros,
escogerían ¿quién sería su nuevo líder? Lo escuché hablar emocionado del candidato que
todos apoyaban y también, con coraje, repudiar la intromisión de los caciques del
sindicato nacional. Días después, intentaba hacerme comprender las mil y una
triquiñuelas, así como la golpiza que les propinaron a los mineros de su planilla que
finalmente fueron derrotados. Su rabia y su tristeza se concentró en un nombre: Napoleón
Gómez Sada y en un partido ¡El PRI! Desde entonces mis odios políticos tienen el mismo
destino: ¡los caciques y el PRI!
Años después, renuncié al único partido en el que milité, y al que me había entregado con
toda pasión, cuando los dirigentes maiceados se pusieron de tapete para que
Guadarrama, cacique y priista de toda su vida, entrara por la puerta grande a usufructuar
el espacio democrático que habíamos construido y del que él, siempre había sido
enemigo.
En unos días habrá elecciones en mi estado. El viejo dinosaurio priista se niega a morir. Se
aferra a la ubre sin ninguna dignidad; sin un ápice de congruencia, ni el mínimo pudor,
establece alianzas con sus acérrimos enemigos de antaño. Aun así, no tengo dudas.
Finalmente, la alternancia llegará hasta el olvidado Estado de Hidalgo.
No es personal, pero no votaré por Carolina Viggiano. La traté un par de veces y recuerdo
su viveza y lo lanzada pa´delante, pero ella personifica con creces los lastres priistas y les
suma los de su origen caciquil.
Julio Menchaca no es el candidato que más me hubiera gustado para encabezar la
alternancia. Me pesa su rémora priista. A cambio, es un hombre que ha demostrado
buena voluntad, tiene una trayectoria de excelente estudiante y magnífico jurista y le
funcionan las neuronas. No se dieron las cosas para que el candidato fuera un personaje
con historia de lucha desde la izquierda, pero Menchaca tiene la oportunidad de actuar
como tal. Lo espero, lo deseo, lo anhelo.
Sosa, como siempre, sacando ganancia de todo. Su viveza, ambición y falta de escrúpulos
hacen pareja con el pragmatismo, sordera y conveniencia de las dirigencias de Morena.
Ahí estará cobrando sus facturas, colocando a sus mediocres seguidores y trabajando para
lograr la próxima gubernatura (toco madera). Alto costo, por nada.
Mi tiempo, literal, es cada día más escaso, por lo tanto, no vale la pena abordar las
miserias de los otros registrados como candidatos.
Cuando en unos días el Instituto Estatal Electoral declare Gobernador electo al candidato
de Morena, tendré en mi corazoncito mi festejo particular porque finalmente se cumplió
la esperanza del pipiolo del barrio, que soñaba que algún día perdiera el PRI y por aquél
viejo, mi padre, que murió albergando esa esperanza.
