Alberto Witvrun.-Lo novedoso, por desconocido, provoca incertidumbre y alimenta la imaginación de quienes se interiorizan para entenderlo, esto es lo que sucede en la delegación de programas para el desarrollo, porque las facultades de su titular aún no se entienden plenamente, tal vez por ello Abraham Mendoza Zenteno se mantuvo fuera de reflectores estos primeros cuatro meses del nuevo gobierno.
Porque la coordinación e implementación de planes, programas y acciones para el desarrollo integral, atención ciudadana, supervisión de servicios y programas a cargo de dependencias y entidades así como supervisar programas de beneficio directo a la población no es una tarea fácil y no basta con ser honesto y tener buenas intenciones para ser eficaz y responder a las expectativas generadas en la población.
Es más ya se habla de que fue chamaqueado en un nombramiento en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y en el otorgamiento de obra en el Centro Hidalgo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), lo que debe evitar que vuelva a ocurrir; lo que requiere de información y operadores efectivos para no ser sorprendido por intereses económicos y políticos.
El cúmulo de facultades genéricas enunciadas en la ley necesita ser detalladas y precisadas no solo en reglamentos y lineamientos administrativos, su posición es política y tiene que hacer política en el sentido más amplio de la palabra, no solo cuidar el cumplimiento de las reglas y normas, que lo llevaría a ser un actor, no solo espectador en la escena política hidalguense.
La facultad de implementar programas para el desarrollo integral, si nos atenemos a su significado gramatical, al delegado Mendoza Zenteno le correspondería poner en funcionamiento y aplicar procedimientos, así como medidas, para los programas de todos los ramos del servicio público federal, pero su tarea y su posición no es de un simple administrador públicos, es esencialmente política y urge que empiece a hacer política.