Alberto Witvrun.- La manifestación del Día Internacional de la Mujer transcurría con relativa calma hasta que la columna de alrededor de 6 mil personas llegó a Plaza Juárez, la gran mayoría
lanzaba consignas contra la violencia a las mujeres, feminicidios, discriminación y falta de
oportunidades, de pronto por el ala derecha del Palacio de Gobierno, luego de colocar el
“tendedero” algunas arremetieron contra las vallas que rodeaban el inmueble.
Aparecieron entonces policías anti motines que sin protocolo arremetieron contra un
grupo de las manifestantes, concretamente contra tres dos de ellas adultas y una
evidentemente menor de edad, a una de las mayores en lugar de “encapsularla” le
torcieron la mano y en el forcejeo casi le arrancan la blusa, más tarde testigos dirían que
esta “táctica” se la aplicaron a una docena de las protestantes.
Cuando esto ocurría el reportero gráfico Oscar Sánchez Amaro, conocido por su
complexión física como “Calaverín” con no menos de 35 años en la actividad periodística,
inició por 1985 en el desaparecido diario Nuevo Día con +Roberto Herrera Rivas y de jefe a
Ricardo Cardozo; “armado” siempre con su cámara cumplía su labor informativa.
Al tomar las imágenes de la violenta detención, un policía le insultó, amenazó y ordenó
que dejará de tomar fotografías, le aplicó “manita de puerco” y al resistirse aparecieron
otros “profesionales de la seguridad pública” para jalonearlo del cabello, darle toletazos
en las piernas, cargarlo en vilo, lo que no les fue difícil por su peso corporal, mientras le
daban “pamba loca”.
Al resistirse, en su pataleo alcanzó a darle en el rostro a su inicial agresor y cuando era
irremediablemente detenido apareció otro policía, que les dijo que lo soltaran y luego de
un par de gritos entre ellos, le hicieron caso y le dijo a Oscar “salte, vete de aquí” y hoy
pudo hacer su denuncia en la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo
(CDHEH) y se espera haga lo mismo en la Procuraduría General de Justicia del Estado de
Hidalgo (PHJEH).
Así Oscar Sánchez, suma una anécdota más en su larga carrera como reportero gráfico,
siempre oportuno y profesional, me consta, con él y Jorge Martínez López, compartimos
en septiembre de 1985 la quema de la presidencia municipal de Tulancingo, por porros
universitarios para justificar la desaparición de poderes, cobertura nada fácil, como esa
otras. Esta vez entre el verde y el morado, el 8M no fue tan rosa.
